viernes, 1 de marzo de 2013

Productividad, el tamaño si importa

La productividad, aunque es un término menos resbaladizo que la competitividad, también tiene su peligro. A modo de introducción en contexto permitidme una definición sencilla: La productividad establece una relación entre recursos empleados (capital, esfuerzo, energía o mano de obra) y los resultados en términos de productos o servicios que se obtienen como resultado de una actividad productiva.

La productividad es importante porque según estudios de series históricas es el indicador que a largo plazo determina la prosperidad y estado de bienestar de una sociedad, mucho más que otros indicadores como el PIB, la balanza comercial o el nivel de déficit. Digamos que es un indicador que ‘juega en otra liga’. Os recomiendo consultar las reflexiones del profesor Antón Costas, catedrático de economía de la UB y reputado economista y empresario de quien provienen las ideas que expongo aquí.

Pongamos el concepto en contexto español, donde se dice que tenemos un problema de productividad. Desde el año 2000 hasta el 2011 y segmentando la actividad empresarial, en España la productividad se ha incrementado un 2% (industria) un 3% (turismo) un 0,8% (Servicios de mercado) y un -0,5% (Construcción y promoción inmobiliaria). Parece por tanto que tenemos al malo de la película…Sin embargo si tomamos en consideración la contribución de cada una de estas actividades a nuestro PIB, el sector de servicios de mercado es, con diferencia, el que más suma. Por tanto, no es correcto (o exacto) que ‘la baja productividad tiene sus bases en una economía excesivamente basada en la promoción inmobiliaria’. Esto debería ser, cuando menos, cuestionado.

Por otro lado si comparamos la productividad de nuestro tejido empresarial con el de, por ejemplo Alemania, podemos afirmar que nuestra productividad es menor. Pero si esta comparación la hacemos teniendo en cuenta el tamaño de las empresas (microempresas, PYMES, y grandes) vemos que las grandes empresas son, en realidad, tanto o más competitivas que las alemanas (Datos objetivos).

Por tanto la tesis es que más que un problema de productividad tenemos un problema de raquitismo empresarial.

Voy ya a las conclusiones. Si ponemos en un gráfico en el que el eje de abscisas el nivel de facturación y en el de ordenadas el número de empresas españolas, sale lo que esperaríamos, una curva decreciente cóncava conforme se incrementa el nivel de facturación… Con una excepción, en torno a una facturación correspondiente a los 6 millones de euros se dispara el número de empresas, para luego caer drásticamente cuando se supera este valor.

En definitiva, algo tiene nuestra legislación (y también nuestra moral y cultura empresarial) que hace que al llegar a esta cifra de negocio, el empresario se ve desincentivado por el crecimiento y prefiere o bien crear nuevas empresas o bien escindir la suya. No he investigado que sucede sobre esta cifra, pero me gustaría hacerlo. ¿Alguna Idea?

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