Se escribe tanto sobre las
cualidades de los emprendedores, los innovadores, los iniciadores, los líderes y
sus virtudes que indirectamente o por omisión, se menosprecia a los
continuadores.
Aquellos profesionales
incombustibles que a lo mejor no promueven el cambio, pero hacen algo mucho más
importante que simplemente adaptarse: Lo reciben del nivel superior, lo
interpretan en términos de sentido común y lo dosifican al siguiente nivel.
Profesionales que si bien no
citan en sus mejores virtudes la capacidad de innovación o liderazgo, si lo
hacen en el trabajo, la perseverancia, la disciplina y la organización.
Personas que encauzan y
catalizan, en aras de la viabilidad de una actividad un proyecto o un servicio,
cambios de rumbo erráticos o innovaciones de andar por casa.
Líderes situaciones que en la frontera
de actuación entre los líderes declarados y los niveles profesionales de menor cualificación,
actúan como válvulas de presión bidireccional disipando la tensión que recorre
en tiempos difíciles la estructura organizativa.
Guerrilleros de primera línea en
el contacto con el cliente que libran batallas en las que el frente se
encuentra en la vanguardia y en la retaguardia.
Profesionales que han conseguido desterrar
de su actuación la arrogancia, y el protagonismo de sus prioridades y que hacen
con un esfuerzo a menudo inexplicable, que las empresas, los proyectos y las
ideas sigan funcionando.
Pienso en nombres propios cuando escribo
esto, personas con las que he trabajado, muchos, afortunadamente para mi.